Cada vez tengo más claro que le lenguaje y nuestra forma de comunicarnos es crucial en la educación.
La primera vez que sentí que el machismo se apoderaba de mi, fui consciente de que nos equivocamos en el vocablo. Machismo de macho, solo apunta al hombre y excluye actitudes cuestionables de muchas mujeres. En mi opinión, todos y todas somos responsables de esa desigualdad que vivimos hoy en día y que por otro lado, se nos llena la boca para erradicarla.
Para entonces yo ya era madre de familia numerosa, mujer con rasmia y profesionalmente dirigía dos proyectos que ocupaban mi tiempo laboral con absoluta dedicación y no por ello desatendía mi vida personal que, puestos a hablar de todo, siempre ha sido lo más importante.
La asistencia a mi trabajo no tenía un horario “normal”. Pero sí maravilloso, ya que me permitía coordinarme con mi santo para criar, conciliar, compartir, cocinar, pasear, planchar, estudiar, fregar, crear, barrer, jugar, viajar, leer,…Éramos una familia cordialmente organizadas.
Las faenas nos la repartíamos...
Sin embargo, mientras en casa lo llevábamos todo en orden (lo del orden es un decir, en otro capítulo contaré que en mi casa siempre han existido los “cados”) en mi trabajo (que como siempre ha sido tan creativo, parece que no es trabajo) comencé a escuchar frases como:
-¡Qué bien te lo montas!
-Pobre marido…
-Tus hijos, ¿no te conocerán?
-Tú si que vives bien…
Son frases que las escuchaba tanto en boca de hombres como de mujeres…
Me sentaban como un jarro de agua fría. Principalmente porque había días que entre unas cosas y otras solo descansaba cuando dormía. Con tres hijos, trabajando él y yo y sin ayuda exterior, la jornada no te permite descanso.
A dos meses de que todos mis hijos alcancen la mayoría de edad sigo trabajando y sigo escuchando esas frases que me persiguen.
Tanto por hombres como por mujeres.
-¡Qué bien te lo montas!
-Pobre marido…
-Tus hijos, ¿no te conocerán?
-Tú si que vives bien…
Toda mi vida he sido mujer trabajadora. Opté por formar una familia. Creo en la conciliación.
Pero me resulta complicado avanzar cuando entre nosotros y nosotras utilizamos un lenguaje que no se corresponde con nuestros objetivos.
Respeto…
Mal no me hagas que mal no te haré…
