Texto integro de la presentación que el periodista Francisco José Porquet me dedicó en Monzón el pasado 11 de noviembre:
Escribir el prólogo de un libro o presentar a un
personaje es un arte sutil y complejo. Yo le pongo ganas al asunto, pero de ahí
al doctorado hay un buen trecho. Se trata de ser ocurrente, emular a Gracián en
aquello de la deseable brevedad y servir de aperitivo al plato principal, que
no es otro que el artista al que anuncias. Habitualmente, la vedette y el encargado de romper el hielo acuerdan
el menú, pero hoy no es el caso.
Hoy sólo sé que el banquete va de cuentos, de imaginación
y de rasmia. Y de una forma de ver la vida con gran angular. Soy telonero de
Belén Castel -Belentuela para la posteridad-, y como el exceso de amistad tiene
estas cosas, aquí me veo respondiendo a una llamada de teléfono que, más o
menos, fue así: “Tú vienes, galán, largas un discursillo, me presentas, yo digo
lo mío y luego nos vamos a cenar”. Y en ello estoy.
Belén, ¿destaco algo de tu trabajo? Que no. Belén,
¿explico alguna cosa de la editorial? Que no. Belén, ¿hablo de Divertimento?
Que no. Belén, ¿bailas? Bueno, eso, a lo mejor. Y aquí estoy. Y encima
nervioso, pues noto que José Manuel y Conchita, los padres de la chica, me
dicen con los ojos que a ver si me esmero. Y el resto de parentela, también.
Como el asunto va de cuentos, yo digo que si Belén se
hubiera pinchado con la rueca de la Bella Durmiente, se habría quedado transpuesto
el príncipe. Esperar un beso para despertar no va con ella. No obstante, si
alguno de los presentes tiene algo que matizar, y en especial Ernesto,
compañero de edredón de la hilandera, ya hablará al final.
En el papel de madrastra de Blancanieves, la veo
diciéndole al espejo mágico: “¡Qué sabrás tú de quién es la más guapa del
reino! ¿Acaso no ves lo estupenda que soy? Además, tengo duende. Y eso, amigo,
sólo lo refleja la luna”. Y no le falta razón, hasta el punto de que, en mi
opinión, el Goya a la mejor actriz lo tiene ganado si le dan el papel de la
Ratita Presumida, pues es público y notorio que le gusta salir a escena de buen
ver, resultona, arreglada pero informal, antes muerta que sencilla.
Belén tuvo como compañero de pupitre a Peter Pan, y en
el recreo le gustaba retar con la espada al Capitán Trueno. Juega al guiñote
con los Reyes Magos y a “piedra, papel o tijera” con Papá Noel. El sultán de
las Mil y Una Noches la tiene enfilada por si a Sherezade se le agotan las
historias, y cuando nuestra amiga se viste de Caperucita Roja, el lobo feroz se
hace vegetariano y socio de Ecologistas en Acción.
Belén hubiera rodado “¡Qué verde era mi valle!” en Benasque,
y “La casa de la pradera” en el soto “Pinzana”, Las Loberas y el Morrerón, que
parece un farallón del Far West. Alquimista y bruja blanca, no ve la raya del
horizonte porque es la responsable de pintarla y a veces se le olvida. Y nunca
pierde el tiempo en debatir si la botella está medio llena o medio vacía. La
coge por el cuello, se va a la fuente y tema zanjado.
Jugando al parchís con sus hijos, se mataba las fichas
con las propias y contaba veinte hacia atrás. Y los críos le pagaban con risas,
que era lo que buscaba. En el escenario es un terremoto, y tomando un café o
una caña, también. Los médicos han concluido que esta enfermedad no tiene cura.
De lo que se alegra la peña, excepto Ernesto, quien susurra: “Hosti, tú, vale, pero podría aflojar un poco el
pistón”.
Cuando tocaba la flauta en la banda La Lira, la
mirábamos como si fuera la reina de Hamelin, y sentada ante el piano -por un
instante arrobada-, a mí me parece que se confiesa, o que lo confiesa, o que se
cuentan secretos de enamorados que sólo ellos saben. Vaya par de dos.
Si Belén hubiera sido Cenicienta, la madrastra
llevaría tiempo en la Escuela de Educación de Adultos, las hermanastras
andarían prestando servicios a la comunidad… y los zapatos de cristal serían
dos hermosas copas para saborear el vino amable de Casa Carbonero.
Si el protagonista de la película “La vida es bella”,
en fin, hubiera sido femenino, el papel se lo habría llevado Belén Castel
Perella,
Estudió música con provecho, fue de los pioneros que
enchegaron La Lira, dirigió una banda municipal, trabaja de profesora, inventó
la Escuela Itinerante Divertimento, se sacó de la chistera a Belentuela y mil
amigos, se ha agenciado una caravana para llegar a los pueblos como el mejor de
los circos, ilustra y escribe cuentos… y ahora los ha eternizado en un libro.
Inquieta y revoltosa, dama de armas tomar y guerrillera de la paz, le encanta
ponerse el mundo por montera. Cuando la boira se aprieta y los corazones se
encogen, Belén sopla y enseguida escampa.
El sabio refranero resume todo lo anterior así:
“Donde la imaginación vuela,
por allí campa Belentuela”
LOS CUENTOS DE BELENTUELA
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